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miércoles, 11 de julio de 2012

El hijo de Ana Garcés | 2012-03-15 00:54:00 Explored - Noticias de Ecuador

El hijo de Ana Garcés | 2012-03-15 00:54:00 Explored - Noticias de Ecuador


"La Historia es maestra de la vida", escribió Cicerón en De oratore. Entre los más extraordinarios casos de fortaleza está el de Baruch, hijo de Miguel de Espinosa y Ana Garcés. A los 24 años de edad, Baruch, apacible por fuera, turbulento por dentro, fue llamado a comparecer ante los más antiguos de la sinagoga de Ámsterdam bajo el cargo de herejía. Se le preguntó si era verdad que había dicho a sus amigos que Dios podría ser nada más que la materia del Universo; los ángeles, alucinaciones; el alma, simplemente la vida; y que el Antiguo Testamento no decía nada sobre la inmortalidad. Le ofrecieron una anualidad de $500 si consentía, al menos en apariencia, mantener lealtad con la sinagoga y con la fe. El 27 de julio de 1656 fue excomulgado con todas las formalidades del ritual hebreo (Will Durant). Murió tuberculoso a los 44 de edad. Se ganó la vida puliendo lentes para instrumentos ópticos. Se ganó la inmortalidad con sus disquisiciones de que solamente el conocimiento es poder y libertad y fuente de felicidad permanente. Con su Ética demostrada según el modo de los geómetras, con su visión de la mente y la materia como un solo proceso visto desde dentro y desde fuera. Vivió solo, siempre atento y vigilante contra las asechanzas de la ortodoxia de la sinagoga.
Este soneto es un diamante en que refulgen con el mismo brillo la vida y obra, los sentimientos y la visión sublime del filósofo neerlandés, el favorito de Einstein. La fortaleza del judío neerlandés de ascendencia portuguesa y española y lo bien acabado del soneto de Borges pueden, deben, tienen que enseñarnos a ser templados y racionales en las tardes políticas que mueren de miedo y frío. Baruch nos dio la norma: "En lo que concierne a las cosas humanas, ni reír, ni llorar, ni indignarse, sino comprender."

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