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domingo, 15 de julio de 2012

Ana María Raad Briz : Criticar no es boicotear - MAY. 29, 2012 - COLUMNISTAS - EL UNIVERSO

Ana María Raad Briz : Criticar no es boicotear - MAY. 29, 2012 - COLUMNISTAS - EL UNIVERSO

Sigue siendo preocupante cómo se establecen los mecanismos de comunicación y diálogo entre el gobierno y la ciudadanía, a propósito del rol que se le destina a los medios de comunicación. Lo que la comunicación oficialista ha confundido reiteradas veces es que la propaganda pública no es sinónimo de comunicación bidireccional y que es necesario el proceso de diálogo y la interacción entre partes. La manera como se conceptualiza la comunicación “oficial” tiende a interpretar la crítica como una amenaza permanente a los planes más amplios del cambio que se busca.
Nada más dañino para la propia estabilidad democrática, que el interpretar la crítica como dentro de un campo de batalla sobre el cual se deben desplegar todas las fuerzas y finalmente la autoridad. Tal es así, que junto con desacreditar a quienes critican, se recurre al tradicional juego de mirar hacia atrás para buscar a los verdaderos culpables, o a aquellas situaciones que no fueron enjuiciadas debidamente, estableciendo así la lógica que dado lo poco que se hizo anteriormente, no se debe, ni es justo (para el régimen actual) que sea interpelado públicamente a través de los medios de comunicación. Incluso se ha ido instalando la idea de que la crítica es una especie de antesala al boicot o un intento por desestabilizar.
En este escenario es muy reducido el espacio para el consenso, para enfrentar batallas comunes, porque tampoco la ciudadanía se siente parte de esta invitación al cambio. La lógica de que las cosas se hacen a mi manera o no se hacen (propia del autoritarismo) poquísimo espacio real deja para las convocatorias a una causa mayor y más vinculante socialmente. Al ciudadano se lo ve como un gran consumidor de información, no se lo piensa como un ser activo, capaz de interpelar y de proponer caminos. Lo deseado es contar con una sociedad activa en situaciones que requieren de una mirada “país” para su solución profunda, como puede ser el caso del narcotráfico, o a la violencia. Es ahí en donde se necesita una ciudadanía con capacidad para debatir las posibles salidas, soluciones, movilizándose frente a un hecho que causa adherencia y así dejar poquísimo espacio de tolerancia al error o a la inoperancia, frente a este tema. Sin embargo, lo que se ha asumido comunicacionalmente es una negación a los errores, un continuo interpelar a quienes osan por cuestionar el manejo político de los temas, como fue el caso de la narcovalija y la avioneta estrellada con dólares. Vemos entonces cómo las críticas al Canciller son tildadas como infundadas, afirmando que las encuestas que dicen que 7 de cada 10 ecuatorianos consideran que él debería renunciar, solo representan los intereses de la empresa encuestadora liderada por un opositor. Incluso se interpela a un medio internacional por recurrir a fuentes que no son “limpias”, dejando una vez más al ciudadano (quien finalmente se ve afectado por esta compleja situación) en medio de una discusión sobre quién tiene la razón, la estirpe profesional o la verdad para hablar, opinar o cuestionar. La batalla por comunicar más, mejor y con más transparencia, como camino de sintonía con la sociedad, se convierte entonces en el espacio para las trincheras y los absolutismos que tanto agravan la forma como pensamos ynos relacionamos mutuamente.

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