Estuvieron equivocados quienes creyeron que iban a poner ahí a uno de los profesores universitarios que se dicen académicos y que asesoraron clandestinamente en la elaboración de la ley de comunicación. El puesto estaba destinado a los fieles, a los que se han jugado cada día, cada hora y cada minuto en la dura tarea de la trolleización (seguramente así se debe conjugar el verbo que designa a la actividad de esas esforzadas personas que inundan las redes sociales con la reproducción de los insultos poco imaginativos que su jefe lanza cada sábado). Era esperable que esto fuera así. Pecarían de ingenuos si se les ocurriera dejar en manos neutrales la aplicación de una ley que está hecha para perseguir, castigar y silenciar. Estos son objetivos que deben estar a cargo de profesionales, de gente que ha demostrado en la práctica que sabe cómo hacerlos....................................>
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario