Motín del 2 de agosto de 1810 - Wikipedia, la enciclopedia libre
<.......................La Revolución del Diez de Agosto de 1809, conocida en Ecuador comúnmente como el Primer Grito de Independencia, fue un movimiento autonomista que proclamaba el retorno del Rey de España, Fernando VII, quien había sido derrocado debido a la invasión a España de los franceses al mando de Napoléon Bonaparte. Esta revolución fue liderada por una élite criolla, descendientes de españoles nacidos en América, la cual destituyó al Presidente de la Real Audiencia de Quito, conde Ruíz de Castilla, y se instaló en el poder bajo la administración de quiteños, y no de personas designadas por Madrid.
El 10 de agosto de 1809 se reconoció posteriormente como EL PRIMER GRITO DE INDENPENDENCIA en América.
Este hecho histórico está marcado por otros factores que, además de los antes mencionados, deben ser conocidos para una mejor comprensión de la significación del Primer Grito de la Independencia. Tal es así que el 7 de marzo de 1808 el Mariscal Francés Joaquín Murat llega a España todavía como un aliado; empero, debido a un intento por parte del Rey español, Carlos IV, de huir hacia América, éste se ve obligado renunciar al trono a favor de su hijo Fernando VII, quien más tarde sería apresado por Napoleón, personaje que a la postre se vería favorecido por la abdicación de Fernando VII al trono español, pero que provocaría la formación de las “Juntas Supremas Provinciales”, que se encargarían de organizar la resistencia en contra del dominio francés.
En todo caso, las noticias inquietaron a los criollos quiteños, quienes comenzaron a analizar las repercusiones de estos acontecimientos. Bajo estas circunstancias, el Marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar, reúne en su hacienda “El Obraje”, ubicada en el Valle de Los Chillos, el 25 de Diciembre de 1808, al Dr. José Luis Riofrío, cura de la Parroquia de Píntag, al capitán Juan de Salinas, a los abogados Juan de Dios Morales y Manuel Rodríguez de Quiroga, entre otros, en la llamada “Conspiración de Navidad”, donde discuten sobre este tema y en la que llegan a la conclusión que la mejor forma de “evitar” una posible dominación francesa americana es precisamente imitando el mecanismo imperante en España: la constitución de una Junta Soberana.
A esta idea se fueron sumando varios adeptos entre los meses de enero y febrero de 1809, pero son descubiertos por el Gobierno español local y apresados a inicios del mes de marzo del mismo año. Al ser gente de clase adinerada, los acusados consiguieron la mejor defensa, e inclusive -y para “suerte” de los conjurados- varios desconocidos lograron robar la documentación referente al proceso legal en su contra, motivo por el que los reos fueron puestos en libertad.
Una vez liberados los conspiradores, vuelven a reorganizarse, y la rebelión comienza la noche del 9 de agosto en casa de la patriota Dña. Manuela Cañizares, y termina la madrugada del 10 de Agosto de 1809, una vez que queda conformada la Junta Soberana de Gobierno, teniendo como autoridades al Marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar, y al Obispo José Cuero y Caicedo, como Presidente y Vicepresidente, respectivamente. Además, los Drs. Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga y Juan Larrea fueron nombrados como Secretarios de Estado, Despachos de lo Interior, de Gracia, Justicia y Hacienda. Ese mismo día, muy temprano por la mañana, el Dr. Antonio Ante, Secretario General de la Junta de Gobierno, visita a Don Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla, Presidente de la Real Audiencia de Quito, con el fin de comunicarle que la Junta de Gobierno lo relevaba de sus funciones. Al mismo tiempo el Coronel Juan de Salinas, al mando de la fuerzas militares de Quito, declaraba lealtad a la Junta de Gobierno y al “bien amado” Rey Fernando VII.
Alcanzado el objetivo primigenio -es decir la conformación de la Junta de Gobierno- el 16 de agosto de 1809, las autoridades del nuevo régimen llevaron a cabo un Cabildo Abierto en la Sala Capitular del Convento de San Agustín, sesión en la que ratificaron todo lo actuado en la mañana del 10 de agosto. Días después, la Junta de Gobierno enviaba comunicados al Virrey de Perú, José Abascal, al de Santa Fe, Antonio Amar y Borbón, al Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón, y al de Cuenca, Melchor de Aymerich, la existencia del nuevo orden en la entonces Real Audiencia de Quito.
Las autoridades peninsulares informadas de este evento disponen la reducción de la “rebelión” en curso y despachan tropas desde Guayaquil, Popayán y Pasto, con la misión de tomar Quito y acabar con los insurrectos. Mientras tanto, en Quito, la Junta de Gobierno organizó dos divisiones compuestas por tres mil hombres bajo el mando de Juan Ascázubi y Manuel Zambrano, y los envía con dirección al norte, con la finalidad de detener el avance de las fuerzas realistas al mando del Gobernador de Popayán, Miguel Tacón.
Las fuerzas quiteñas cruzaron el río Carchi e ingresaron en territorio pastuso; pero la inexperiencia, la ignorancia y la carencia de disciplina militar, hicieron que Ascázubi fuera derrotado y apresado en el combate de Sapuyes, del cual no se tiene mayor información; y que Zambrano en Cumbal corriera similar suerte, con la única diferencia que éste sí logró escapar junto a lo que quedaba de la milicia quiteña.
Al enterarse acerca de esta derrota, el ambiente se tensó en la población de Quito, a la vez que los afanes, los intereses, la división y las ambiciones políticas, debilitaron enormemente a la Junta, que en lugar de preparar un plan contingente para repeler la amenaza que se cernía sobre ellos, se enfrasco en discusiones y revanchismos, que terminaron con la dimisión del Presidente Juan Pío Montúfar a favor de Juan José Guerrero y Mateu, Conde de Selva Florida, quien se encargó de entablar acercamientos con el Conde Ruiz de Castilla, ofreciendo a éste una capitulación de la ciudad, la que fue aceptada el 24 de octubre de 1809, sometiendo así a Quito al control español una vez más, a cambio de que no se procedería en contra de ninguno de los miembros de la Junta y prometiendo “solemnemente” olvidar el pasado.
La ciudad permaneció en relativa calma durante los días posteriores a la firma de la capitulación; incluso la Junta de Gobierno continuo en funciones, por lo que la población creyó que el “peligro” había desaparecido y que todo volvía a la normalidad. Lo cierto es que el conde Ruiz de Castilla no tomaba acción alguna debido a que esperaba la llegada de las tropas procedentes de Guayaquil y Cuenca.
Una vez que la soldadesca española arribó a Quito, en especial el Batallón Real de Lima al mando del Coronel Manuel Arredondo y de las huestes vencedoras en Sapuyes y Cumbal, además de los 3.500 efectivos realistas acantonados en Latacunga, el Conde Ruiz de Castilla procede a disolver la Junta de Gobierno y a restablecer la administración de la Real Audiencia de Quito. Así que ordena la persecución, la captura y el encarcelamiento de los "revoltosos". Muy pocos patriotas lograron escapar; uno de ellos fue el Marqués de Selva Alegre, pero no por esto dejó de ser perseguido.
Capturados y encarcelados los patriotas, enfrentaron un proceso judicial largo, que incluso amenazaba seriamente sus vidas, porque el Fiscal Tomás Arrechaga pidió la pena de muerte para cuarenta y seis “rebeldes”. Ruiz de Castilla indeciso, envía el proceso al Virrey de Santa Fe con el afán de que sea este último el que dicte sentencia.
El pueblo llano de Quito, consciente de que la situación era grave para los patriotas, emprende una acción de rescate, que terminará en la masacre de los próceres el 2 de agosto de 1810.
Muchas fueron las causas que atentaron contra la acción libertaria del 10 de agosto de 1809, entre ellas la desconexión inicial con las fuerzas populares, debido a la apatía general en el pueblo llano, que si bien es cierto no se opuso a la Junta de Gobierno, tampoco la apoyaron decididamente, tal como lo demostró la cantidad de deserciones que ocurrieron en las filas libertarias durante los combates de Sapuyes y Cumbal.
Otra causa fue la ausencia de un caudillo militar con la capacidad y el conocimiento requerido para emprender la defensa territorial, además de que las continuas disputas internas entre los miembros de la junta complicaba aún más su capacidad de decisión.
Otro factor de gran incidencia fue el poco respaldo que el movimiento despertó entre los pobladores de otras ciudades, como Guayaquil o Cuenca, para quienes la “Revolución”, a su entender, no los representaba, porque “no habían sido consultados ni tampoco invitados” a participar de la acción, dejando en claro que este movimiento únicamente promovía los intereses quiteños, de los que en unos casos eran contrarios a los intereses de las otras ciudades.
Así, el después conocido como el Primer Grito de Independencia de América nació como un movimiento desarticulado, aislado, extremadamente frágil y sin liderazgo político-militar capacitado para una toma de decisiones drásticas y oportunas................................>
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