Enciclopedia del Ecuador - Efrén Avilés Pino - ALFARO, Gral. Eloy
Este pasado lunes 25 de junio el pueblo ecuatoriano conmemoró el centésimo-septuagésimo aniversario del nacimiento del general Eloy Alfaro.
Durante la campaña de la “restauración” en contra de la segunda dictadura de Veintemilla, unió sus fuerzas a las del Gral. Francisco Javier Salazar que avanzaba desde la sierra hacia Guayaquil donde el dictador se había hecho fuerte, y luego de sitiar la ciudad asistió a todos los combates que culminaron el 9 de julio de 1883 cuando las fuerzas veintemillistas capitularon y el dictador huyó hacia el Perú.
Tres meses más tarde, la Asamblea Nacional Constituyente reunida en Quito -pese a estar conformada mayoritariamente por sus opositores políticos-, en acto de verdadera justicia le confirió el grado de General de la República.
En los primeros días de su gobierno atendió personalmente a todas las personas que llegaban hasta él, especialmente a los pobres a quienes dedicaba algunas horas. Hombres, mujeres, ancianos, desvalidos, indios, enfermos, todos pedían verle y a todos recibió, menos a los borrachos. Odiaba la embriaguez como el peor de los hábitos. Sus amigos y colaboradores le hacían notar la pérdida de tiempo que eso significaba, pero él respondía: “Yo, para todo me alcanzo; no es ocupación despreciable enseñar a nuestros compatriotas infelices que todos tenemos iguales derechos. Quizás nunca hablaron con el presidente las personas que ahora se agolpan por hablarme”. Y daba por sí mismo y por medio de otros abundantes limosnas en dinero” (Roberto Andrade.- Vida y Muerte de Eloy Alfaro).
Durante este mandato se preocupó de manera especial por la reorganización política del Estado. Impulsó y financió la construcción del ferrocarril Guayaquil-Quito y dictó los decretos por medio de los cuales se suprimió la tributación indígena. Decretó además la libertad de cultos, la libertad de prensa y la hermandad e igualdad de todos los ecuatorianos.
En lo político-militar tuvo que combatir a las fuerzas organizadas por el Dr. Vicente Lucio Salazar que, derrotadas y dispersas por todo el territorio ecuatoriano, continuaron asediando y procurando desestabilizar al gobierno: Ricardo Cornejo por el norte; Pedro Lizarzaburu, Melchor Costales y Pacífico Chiriboga por el centro; y los coroneles Antonio Vega Muñoz y Alberto Muñoz Vernaza por el sur, lo hostilizaron constantemente sin darle un solo minuto de reposo.
A todo esto se sumó la tenaz resistencia que le opusieron el clero y los obispos ecuatorianos acusándolo de ateo e invitando al pueblo católico a la rebelión. Sólo la sabia intervención del clérigo e historiador, Monseñor Federico González Suárez, logró poner fin a las diferencias entre la Iglesia y el gobierno.
Desarrolló también una intensa actividad destinada a mejorar la enseñanza pública, para lo cual estableció la educación laica creando en Quito el Instituto Nacional Mejía, el Instituto Normal Manuela Cañizares para mujeres y el Normal Juan Montalvo para varones; creó también el Conservatorio Nacional de Música, la Escuela de Bellas Artes, y por decreto del 11 de diciembre de 1899, el Colegio Militar que hoy lleva su nombre.
Antes de finalizar su mandato convocó a nuevas elecciones, pero basándose en la filosofía de que “No podemos perder con papelitos lo que hemos ganado con fusiles”, a pesar de las recomendaciones en contra respaldó la candidatura del Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez para que éste ascienda al poder. Finalmente y a pesar de los problemas militares, políticos religiosos y sociales que debió enfrentar, su gobierno terminó, de acuerdo con la Constitución, el 31 de agosto de 1901.
A mediados de 1909 nuestro país vivió momentos de gran incertidumbre cuando se empezaron a producir presiones y roces internacionales relacionados con el problema limítrofe que el Ecuador mantenía -desde los primeros años de su vida republicana- con el vecino país del sur, los mismos que a principios de 1910 tomaron proporciones alarmantes.
Ante la presencia de tropas peruanas que amenazaban con mancillar el territorio nacional, Alfaro asumió personalmente el mando del ejército, y marchó hacia la frontera sur.
Mucho se ha repetido que el pueblo respondió a la voz de “Tumbes, Marañón o la Guerra”, pero lo cierto es que -para esa época-, Tumbes ya era territorio peruano y lo que es más, desde 1884 el Sr. Pedro Delgado desempeñaba en esa ciudad el cargo de Vicecónsul del Ecuador; en todo caso, en todas las ciudades se organizaron Juntas Patrióticas y los cuarteles se llenaron de jóvenes dispuestos ha defender las fronteras y el honor nacional.
La patria toda reaccionó indignada ante la felonía peruana, y el Ilmo. González Suárez, en esos momentos de terrible peligro, arengó a los soldados y al pueblo con su histórica proclama: “Si ha llegado la hora de que el Ecuador desaparezca, que desaparezca; pero no enredado en los hilos de la diplomacia, sino en el campo del honor, al aire libre, con el arma al brazo; no lo arrastrará a la guerra la codicia, sino el honor”.
Sólo la imponente presencia del Gral. Alfaro, y el coraje y determinación de los ecuatorianos, pudieron detener las aspiraciones expansionistas de los peruanos, pues en esa época, la única superioridad que tenía su ejército era numérica, y esa no era suficiente para frenar el valor y la bravura del soldado ecuatoriano.
Ese mismo año, con fecha 13 de abril, el Gral. Alfaro firmó el decreto por medio del cual se creó la Cruz Roja Ecuatoriana.
La inmolación de Alfaro, lejos de acabar con él, lo inmortalizó, y mientras sus asesinos se perdían en medio del anonimato y la vergüenza, su figura alcanzó proporciones gigantes que lo convirtieron en luz y guía patriótica de las generaciones que le sucedieron; tal fue así, que el 26 de septiembre del 2003, el Gobierno del Ecuador, mediante Decreto Ejecutivo, lo proclamó Héroe Nacional.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario