Una brevísima reseña de la historia del hombre que habitó el territorio que comprende la actual ciudad de Quito.
Pero “Fueron los Incas quienes descubrieron un pedazo de tierra que tenía la calidad de servir para la fundación de una ciudad nueva. Este pedazo no tenía nombre. Los Incas se lo dieron derivándolo del nombre que había tenido antes toda la comarca, y así fueron fundadores de una primera ciudad de Quito…. No existía tal ciudad preincaica de Quito, muy grande y toda de piedra labrada, como quiere hacernos creer el padre Velasco en su descripción de la ciudad antigua” (Max Uhle.- El Reino de Quito.- Boletín de la Academia Nacional de Historia, Vol X, Quito, Enero 1924 No. 27, 28, 30).
Es posible que el nombre de Quito fuera el apelativo del señor local, pues fue práctica común en el área andina denominar a los pueblos por los nombres propios de los caciques de los mismos (1).
Establecida inicialmente por Tupac-Yupanqui durante la consolidación de la conquista incaica, Huayna-Cápac hizo de ella una de las ciudades más importantes del norte del Tahuantinsuyo, y más tarde Atahualpa quiso hacer de ella un segundo Cuzco (2). Lamentablemente sus aspiraciones se vieron frustradas cuando los conquistadores españoles destruyeron el imperio y lo asesinaron, el 26 de julio de 1533.
Consumado el magnicidio, y conociendo que el adelantado Pedro de Alvarado había desembarcado en las costas de la actual provincia de Manabí con pretensiones de iniciar la conquista española de las regiones de Quito, Diego de Almagro abandonó lo que hoy se conoce como Perú, y apresuró su marcha hacia el norte hasta reunirse con Sebastián de Benalcázar en las orillas de la laguna de Colta, cerca de la actual ciudad de Riobamba, donde el 15 de agosto de 1534 procedió a levantar el Acta de Fundación de la ciudad de Santiago de Quito (Santiago en el territorio de Quito, hoy Guayaquil) indicando en dicha acta que esta se podía mudar con el nombre al sitio que la experiencia indique que es mejor.
Frustrado en sus afanes de conquista, Alvarado pretendió hacerle la guerra a Almagro, pero logró ser convencido de desistir de sus propósitos firmando un acuerdo por medio del cual renunciaba a sus afanes de conquista en base al pago de 100.000 pesos de oro como recompensa por los gastos efectuados en su expedición.
Así las cosas, y para completar el proceso, Almagro -ante la presencia de Benalcázar y Alvarado-, levantó el acta de fundación de un nuevo poblado, acta que, en sus partes pertinentes dice: “En la ciudad de Santiago, a veintiocho días del mes de agosto, año del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de mil quinientos treinta y cuatro, el magnífico señor don Diego de Almagro… fundó otro pueblo, en el sitio y asiento donde está el pueblo que en lengua de indios ahora se llama Quito, que estará a treinta leguas, poco más o menos, de esta ciudad de Santiago, al cual puso por nombre la villa de San Francisco…” (Libro Primero de Actas de Quito).
Concluido dicho acto se procedió a nombrar a las primeras autoridades, habiendo sido elegidos Juan de Ampudia y Diego de Tapia para alcaldes, y para regidores Pedro de Puelles, Juan de Padilla, Rodrigo Núñez. Pedro Damasco, Alonso Fernández, Diego Martín de Utrera, Juan de Espinoza y Melchor de Baldes.
Más tarde, y luego de disponer que Francisco Pacheco fundara una ciudad junto al mar, en el sitio conocido como Puerto Viejo (Portoviejo), Almagro partió hacia el sur para iniciar la conquista de Chile, no sin antes encargarle a Benalcázar cumplir con las disposiciones de trasladar San Francisco, a lugar señalado, y Santiago al lugar que más convenga para su mejor asiento, tal cual consta el las actas respectivas.
Luego de trasladar y asentar la ciudad de Santiago en la región de Huayllaquile, Benalcázar volvió hacia lo alto de la cordillera andina y, el domingo 6 de diciembre de 1534 -sobre las ruinas humeantes dejadas por Rumiñahui- procedió a establecer la nueva ciudad, dividiendo la tierra entre los 204 conquistadores que estuvieron presentes en la convocatoria para su asentamiento definitivo. Testigos de este acto fueron: Hernando de la Parra, Gonzalo Díaz de Pineda, Juan de Hidalgo, Pedro de Puelles, Martín de la Calle, y muchos otros que escribieron importantes páginas en la historia de la conquista.
Entre los que llegaron con Benalcázar se encontraba Fray Jodoco Ricke, quien pocos días después -el 25 de enero de 1535- fundó la Casa Franciscana de Quito, con una escuela destinada a educar a indios y blancos por igual.
“Nadie podía entonces presumir que con ese humilde y pobre fraile entraba también el arte del Renacimiento, el que, enlazado con un barroco indio y otros elementos extraños, habría de convertir a Quito en un relicario precioso de artísticas joyas, y en el centro y la capital del arte americano“ (José Gabriel Navarro.- La Escultura en el Ecuador Durante los Siglos XVI, XVII y XVIII).
Establecida ya en su lugar de asentamiento definitivo, y habiendo sido fundada en calidad de villa, entre 1536 y 1537 el cabildo quiteño solicitó a la Corona se le confiriera el título de ciudad, solicitud que fue respondida favorablemente gracias a una Orden Real firmada en Talavera, España, la misma que además le otorgó el escudo respectivo.
Ese mismo año, al crearse el Virreinato de Lima, pasó a ser parte de este en calidad de Corregimiento, y bajo su jurisdicción fueron puestas muchas poblaciones, como Alangasí, Aloa, Aloasí, Amaguaña, Calacalí, Chillogallo, Conocoto, Cotocollao, Cumbayá, Guápulo, Guayllabamba, Machachi, Perucho, Pintac, Pomasqui, Puembo, Pifo, Quinche, Sangolquí, Tumbaco, Uyumbicho, Yaruquí y Zámbiza, entre otras.
En 1553 fray Francisco de Morales convirtió la escuela fundada por fray Jodoco en el Colegio de San Andrés, estableciéndose entonces también la primera Escuela de Artes y Oficios, en la que se formarían los primeros artesanos de la imaginería quiteña; esta fue la semilla de la que germinaría luego la afamada “Escuela Quiteña”, que daría a luz personalidades artísticas de gran talento, como fray Pedro Bedón, Miguel de Santiago, Diego de Robles, Bernardo de Legarda, el Gran Pampite (José Olmos) y Manuel Chili, apodado Caspicara, entre otros, cuya fama trascendería no solo dentro del continente americano, sino que cruzaría el océano para ser aplaudida también en Europa.
El establecimiento de esta primera Escuela de Arte convirtió a Quito en el primer y principal centro de formación de artistas de América Hispana, muchos años antes de que se fundaran otras similares en ciudades tan importantes como México, Buenos Aires, Santiago o Lima.
Llegó a ser tan notable la fama de la escuela quiteña que, “entre 1779 y 1787, es decir en el transcurso de solamente ocho años, sólo por el puerto de Guayaquil se exportaron 264 cajones conteniendo cuadros y estatuas de los artistas quiteños” (José Gabriel Navarro.- La Escultura en el Ecuador Durante los Siglos XVI, XVII y XVIII).
Pronto se establecieron en Quito varias congregaciones religiosas, que no sólo levantaron los más bellos templos, sino que además establecieron escuelas y, más tarde, las primeras universidades: La de San Fulgencio, por los frailes agustinos fundada el 20 de agosto de 1586; la de San Gregorio Magno, fundada por los padres jesuitas el 15 de septiembre de 1622; y la de Santo Tomás, fundada por los padres dominicos en 1786, poco después de que cerrara la Universidad de San Gregorio tras la expulsión de la Compañía de Jesús.
Así, en muy poco tiempo, Quito se había convertido en una de las principales ciudades del Nuevo Mundo, razón por la cual -y obedeciendo a un pedido de sus ciudadanos- el Rey de entonces Felipe II de España expidió la Cédula Real del 29 de agosto de 1563, por medio de la cual se creó la Real Audiencia de Quito. Dos años más tarde, don Hernando de Santillán, primer Presidente de la Audiencia, fundó el Hospital San Juan de Dios, que es uno de los más antiguos de América.
Con la Revolución del 10 de Agosto de 1809, Quito escribió una de las páginas más gloriosas de su historia, al gestarse en ella uno de los primeros movimientos insurgentes de la América hispana (el primero fue en 1806, cuando el Precursor Francisco de Miranda desembarcó en Coro -dentro de la actual República de Venezuela- al mando de un pequeño ejército que lamentablemente fracasó en su intento libertario; luego se dio otro golpe revolucionario, el 25 de mayo de 1809, en Chuquisaca, antigua Audiencia de Charcas, en territorio que comprende hoy la República de Bolivia).
En consecuencia, la revuelta quiteña, si bien es cierto que no fue independentista (los quiteños sólo querían cambiar a las autoridades jurando lealtad al entonces Rey Fernando VII), sí fue la más trascendental debido a que tuvo resonancia en todas las colonias españolas y obligó a las autoridades realistas a adoptar medidas drásticas, que culminaron con el asesinato de los principales protagonistas del movimiento insurgente. Por esta razón a Quito se la llamó «Luz de América».
El asesinato de los patriotas quiteños -el 2 de agosto de 1810- y la llegada del Crnel. Carlos Montúfar en noviembre del mismo año, cambiaron radicalmente la situación en Quito, pues fue precisamente con la llegada de Montúfar que se iniciaron las primeras luchas por la independencia. Lamentablemente, luego de obtener algunos triunfos, los patriotas fueron derrotados, y las intenciones quiteñas fueron frustradas al no poder alcanzar sus objetivos reivindicativos.
Doce años más tarde, cuando la Revolución del 9 de Octubre de 1820 ya había dado sus frutos, se libró la Batalla del Pichincha, que el 24 de mayo de 1822 puso fin a las luchas por la independencia de Quito del Reino de España.
Ese día el pueblo quiteño fue testigo de los momentos más transcendentales de su historia, cuando observó el empuje de los hijos de la libertad, que desde Guayaquil habían llegado para sellar en la cima de los Andes, de manera definitiva, la libertad de la hasta entonces Real Audiencia de Quito.
Cinco días después, esto es el 29 de mayo, el Cabildo Quiteño proclamó su voluntad de anexarse integralmente a la República de Colombia.
Gracias a la victoria de la Batalla del Pichincha, los realistas capitularon en Pasto, y Simón Bolívar, que durante más de un año no había podido vencer a las tropas realistas acantonadas en esa ciudad, pudo -con el camino ya libre- avanzar hacia Quito, donde entre vivas y aclamaciones hizo su entrada triunfal el 16 de junio.
Durante los ocho años siguientes, Quito y todo el territorio de la antigua Audiencia sufrieron del olvido y el abandono por parte de quienes gobernaban Colombia. Fue por eso que, dispuestos a acabar con esa situación, el 13 de mayo de 1830 se reunió en Quito una junta de notables que, luego de largas consultas y deliberaciones -hábilmente influenciadas por la sagacidad política del Gral. venezolano Juan José Flores- expresó su voluntad de separar el Distrito del Sur de Colombia, y crear así un nuevo Estado soberano.
Fue de esta manera que, a partir del 14 de agosto de 1830 -siguiendo indicaciones del guayaquileño José Joaquín de Olmedo, que fue quien le señaló los pasos que se debía seguir para establecer jurídicamente un Estado- se reunió en la ciudad de Riobamba la Primera Constituyente, la misma que, a más de dar nacimiento a la República de Ecuador por medio de decreto expedido el 24 de septiembre, declaró a Quito, para siempre, como capital de Ecuador.
Quito es una ciudad que se caracteriza por la extraordinaria belleza arquitectónica y artística de sus iglesias coloniales, que guardan entre los muros de sus claustros invaluables tesoros del “Arte Quiteño”, destacándose entre ellas La Compañía, San Francisco, La Merced, San Agustín, Santo Domingo y su Catedral Metropolitana.
Otro de los edificios representativos de la ciudad es el Palacio de Carondelet, sede del Gobierno ecuatoriano, que ha sido testigo de grandes acontecimientos históricos que marcaron el destino de nuestro país.
Considerada como una de las capitales más bellas de América, Quito fue declarada por la UNESCO, el 27 de julio de 1979, «Patrimonio de la Humanidad»; y el 27 de diciembre de 1993 se le dio al hasta entonces cantón Quito la designación de Distrito Metropolitano de Quito.
Se halla la urbe asentada en la ladera oriental del volcán Pichincha, en los 00o 13’ de latitud sur, y los 78o 30’ de longitud oeste, a 2.818 m sobre el nivel del mar.
Quito es cabecera del cantón de su mismo nombre, que fue creado el 25 de junio de 1824, de acuerdo con la Ley de División Territorial de Colombia, expedida por el Gral. Francisco de Paula Santander, y está integrado por las parroquias rurales Alangasí, Amaguaña, Atahualpa (Habaspamba), Calacalí, Calderón (Carapungo), Conocoto, Cumbayá, Chavezpamba, Checa (Chilpa), El Quinche, Gualea, Guangopolo, Guayllabamba, La Merced, Llano Chico, Lloa, Nanegal, Nanegalito, Nayón, Nono, Pacto, Perucho, Pifo, Píntag, Pomasqui, Puéllaro, Puembo, San Antonio, San José de Minas, Tababela, Tumbaco, Yaruquí y Zámbiza.
(1) Horacio Larraín Barros.- “Demografía y Asentamientos Indígenas en la Sierra Norte del Ecuador en el Siglo XVI”.
(2) Pedro Cieza de León.- “Crónica del Perú”.>
No hay comentarios:
Publicar un comentario